Lucas Paquetá rompe a llorar tras una amarilla en el West Ham–Tottenham: la presión del caso FA irrumpe en pleno derbi

Lucas Paquetá rompe a llorar tras una amarilla en el West Ham–Tottenham: la presión del caso FA irrumpe en pleno derbi

Una amarilla y un llanto que lo dijo todo

Una tarjeta amarilla en la segunda parte, un derbi londinense empatado y un futbolista roto en pleno césped. El momento más crudo del West Ham–Tottenham no fue un gol ni una polémica de VAR: fue el llanto de Lucas Paquetá tras ser amonestado por una falta sobre el joven Mikey Moore. El árbitro, Michael Oliver, se acercó para calmarle. Jarrod Bowen, su capitán, también. El London Stadium quedó en silencio unos segundos que pesaron como una losa en un 1-1 que pasó a segundo plano.

La imagen desconcertó a todos: un internacional brasileño, de carácter fuerte, desbordado por la emoción en un gesto poco habitual en la élite. No fue una expulsión ni una lesión. Fue una amarilla más, pero con un contexto que altera cualquier lectura simple.

Graham Potter, técnico del West Ham, puso palabras a lo que parecía evidente. “Es un jugador que lo intenta todo y quiere que la situación sea mejor. Se frustró con la acción”, explicó. Y añadió una frase que pesa: “Amo a Lucas. Lo está dando todo, en circunstancias difíciles. Ahora está bien”. La lectura es directa: no fue la cartulina en sí, sino todo lo que la rodea.

Paquetá sigue pendiente de un proceso de la Federación Inglesa (FA) por presuntas conductas antideportivas relacionadas con tarjetas recibidas en cuatro partidos anteriores. Él lo niega con firmeza. El expediente, aún en manos del organismo, se ha convertido en un ruido de fondo que afecta a su rutina, su juego y su entorno.

Su esposa, Maria Fournier, estuvo en la grada con sus hijos. Luego escribió en Instagram: “Mi marido tiene una postura y una fuerza que admiro y me impresiona. Vivimos esta pesadilla desde hace dos años y él siempre se mantiene fuerte”. No es un comentario al vuelo: es la radiografía íntima de lo que no se ve en la banda de un campo de la Premier.

Tras la amarilla, el brasileño siguió compitiendo y trató de conectarse al partido, entre la tensión del derbi y la atención del estadio puesta en él. El resultado final, 1-1, queda registrado. Pero el foco, otra vez, se fue con el número 10.

El caso FA, los riesgos y el impacto deportivo

El expediente de la FA es complejo. Abarca un análisis de patrones de apuestas y de acciones concretas que derivaron en amonestaciones. La norma es clara: cualquier conducta que altere la integridad del juego es sancionable, desde multas hasta suspensiones prolongadas. El rango exacto depende de lo que determine una comisión independiente tras la vista. Paquetá, por su parte, mantiene su versión: no hizo nada irregular y quiere limpiar su nombre.

El peso del caso trasciende lo jurídico. Afecta a su día a día: a cómo compite, a cómo reacciona el rival, a cómo se interpreta cada gesto. También al mercado. En 2023, el interés del Manchester City quedó en pausa cuando estalló la investigación. Desde entonces, su valor deportivo no cambió —sigue siendo un mediocampista creativo y agresivo en la presión—, pero el contexto sí condiciona cualquier conversación.

Para el West Ham, Paquetá es columna vertebral. Baja a iniciar, acelera en tres cuartos y aprieta arriba para robar. Su capacidad para atraer marcas y soltar el pase justo sostiene muchas fases del plan. De ahí que la amarilla duela doble: por la posible acumulación y por el golpe emocional que se vio en directo. En un derbi con pulsaciones altas, cada detalle pesa, y más si envuelve al jugador que une las partes del equipo.

El Tottenham, con su ritmo habitual y talento joven como el de Mikey Moore, apretó en franjas del partido. El West Ham, irregular, encontró aire por momentos. El marcador, 1-1, refleja equilibrio. El relato, no: la escena de Paquetá reescribió la velada.

Desde el banquillo, Potter insistió en la humanidad del jugador. No es un argumento menor en el fútbol actual, con un ojo permanente en el rendimiento y otro en la integridad. La Premier vive tiempos de lupa fina: controles más estrictos, datos cruzados, comisiones disciplinarias. En ese ambiente, una amarilla ya no es solo una amarilla; puede ser un símbolo, una sombra o una prueba. Depende del contexto y de quién la vea.

¿Qué viene ahora? La FA debe completar su proceso y dictar resolución. No hay fechas públicas cerradas. El club, mientras, protege a su futbolista y lo pone a competir. En el vestuario, el mensaje es práctico: entrenar, jugar, sostener el foco en lo que se puede controlar. Pero el coste psicológico es real. Y se vio en la hierba, ante miles de personas.

El episodio abre otra pregunta: ¿cómo gestionar estas tensiones sin perder al jugador por el camino? La mayoría de clubes de la Premier trabajan con apoyo psicológico y rutinas de descarga para días como este. El objetivo es simple: que el futbolista respire, se ordene y vuelva a ser él en la siguiente acción. A veces, como anoche, no alcanza, y la emoción rompe la coraza.

Para Paquetá, el reto es doble: rendir al nivel que se espera de él y convivir con el ruido hasta que llegue un veredicto. Para el West Ham, mantener el plan colectivo y aislar el caso del césped. Y para la FA, cerrar un expediente que lleva demasiado tiempo latiendo y que ahora, con una imagen tan cruda, gana aún más atención pública.

Lo indiscutible es lo ocurrido en el London Stadium: una falta sobre Mikey Moore, la amarilla de Michael Oliver, el abrazo de Bowen y un futbolista que se quebró. Un gesto humano en un deporte que, muchas veces, exige parecer de hierro.

  • El partido terminó 1-1 entre West Ham y Tottenham en el London Stadium.
  • Paquetá fue amonestado por una falta sobre Mikey Moore y rompió a llorar.
  • Graham Potter explicó que la reacción fue por frustración con el rendimiento del equipo.
  • La FA mantiene una investigación sobre presuntas tarjetas buscadas en cuatro encuentros, cargos que el jugador niega.
  • La esposa del futbolista habló de una “pesadilla de dos años” que golpea a la familia.