Roig Arena de Valencia: un millón de visitantes en su primer año tras abrir en 2025

Roig Arena de Valencia: un millón de visitantes en su primer año tras abrir en 2025

Un nuevo icono para el ocio y el deporte en Valencia

Un millón de visitantes en 12 meses. Esa es la meta que Valencia se ha marcado para el Roig Arena, el gran recinto que abrirá sus puertas en septiembre de 2025 tras una inversión de 400 millones de euros. El proyecto, financiado por Juan Roig a través de LICAMPA 1617, no solo cambia el mapa del entretenimiento en la ciudad: también aspira a colocarse en la primera línea de los grandes recintos indoor de España.

El complejo ya se ha probado ante público. En agosto de 2025 celebró un evento interno con 10.000 asistentes —empleados de Mercadona, representantes de constructoras, vecinos e instituciones— que sirvió como test de accesos, seguridad, sonido y evacuación. El ensayo, planteado como una “prueba de estrés”, dejó un mensaje claro: la maquinaria está lista para operar a gran escala.

En la pista, el cambio será total. El Valencia Basket masculino y femenino trasladará su casa de La Fonteta a un recinto con más aforo, más servicios y más posibilidades de explotación. En formato baloncesto ofrecerá 15.600 asientos, que podrán transformarse hasta 18.600 para conciertos y eventos de pie. En determinadas configuraciones, el tope se acercará a las 20.000 personas, una cifra que coloca a Valencia en la liga del WiZink Center de Madrid o el Palau Sant Jordi de Barcelona en términos de capacidad.

El diseño lleva firma internacional y sello local. El estudio global HOK ha trabajado de la mano de ERRE Arquitectura para combinar funcionalidad, accesibilidad y un lenguaje arquitectónico que encaje con el entorno urbano. La idea es clara: un edificio flexible, capaz de cambiar de piel en cuestión de horas, con gradas retráctiles, un anillo de servicios que reparta flujos y zonas premium que mejoren la experiencia y sostengan el modelo económico.

La tecnología será una de sus cartas de presentación. El marcador central y la envolvente audiovisual —suministrados por LG— suman más de 1.700 metros cuadrados de pantallas LED y prometen la mayor resolución instalada en un recinto europeo. Esto no es solo espectáculo: implica mejores repeticiones, grafismos dinámicos y contenidos segmentados para palcos, gradas y zonas perimetrales. Para un promotor de conciertos, ese despliegue se traduce en más opciones de escenografía y patrocinio.

Sobre el papel, el recinto está pensado para mucho más que baloncesto. La programación combinará giras internacionales, espectáculos familiares, congresos, ferias y torneos deportivos. Ya hay un hito apuntado: partidos del Europeo masculino de balonmano de 2028, una cita que obliga a cumplir estándares técnicos exigentes en pista, iluminación y televisión. Esa homologación internacional es uno de los grandes argumentos comerciales del proyecto.

  • Capacidad: 15.600 (baloncesto) y hasta 18.600 en conciertos; configuraciones puntuales cerca de 20.000.
  • Pantallas LED: más de 1.700 m² de superficie total y alta resolución.
  • Hospitality: palcos, clubs y áreas premium con restauración integrada.
  • Movilidad: aproximadamente 1.300 plazas de aparcamiento y plan de acceso multimodal.
  • Calendario: apertura prevista en septiembre de 2025 tras pruebas de funcionamiento en agosto.

La obra arrancó el 29 de junio de 2020, con una fecha de apertura inicial en 2023 que se pospuso a 2025. Entre pandemia, tensiones de suministro y ajustes de proyecto, los plazos se movieron, pero sin tocar la ambición del conjunto. El esquema jurídico prevé una concesión de 50 años: una vez vencida, las instalaciones pasarán a titularidad municipal, lo que asegura que el activo quede en la ciudad a largo plazo.

El recinto llega acompañado de un desarrollo urbano con superficies comerciales, hostelería y zonas de ocio. Esto es importante por dos razones. Primera: mejora el ticket medio por visitante a base de consumo antes y después del evento. Segunda: alarga la vida del complejo entre semana, con actividad más allá de los días de partido o concierto. Ahí está una de las claves de sostenibilidad económica de los grandes arenas modernos.

¿Por qué un millón de visitantes en el primer año es una cifra creíble? Porque el calendario deportivo por sí solo ya promete decenas de fechas. La ACB y la Euroliga —si el club compite en ella— suman jornadas regulares y posibles play-offs. A eso se añaden conciertos de gran formato que, en España, suelen girar entre Madrid, Barcelona y una tercera plaza rotatoria. Valencia aspira a ser esa tercera parada fija gracias a aforo, techo alto, capacidad de colgado y muelles de carga preparados para producciones complejas.

La comparación con otros recintos ayuda a entender el salto. El WiZink Center mueve más de un millón de asistentes al año con una media de casi un evento por día laborable. Palau Sant Jordi combina conciertos de estadio bajo techo, eventos deportivos y shows familiares desde hace décadas. Valencia, que hasta ahora dependía de La Fonteta y de espacios al aire libre, aspira a competir en esa liga con un edificio de nueva generación y calendario estable.

El efecto en la ciudad se medirá en ocupación hotelera, restauración y transporte. Un concierto que llena 18.000 personas no solo activa el pabellón; arrastra taxis, VTC, Metrovalencia, autobuses, bares y terrazas en varios barrios. La clave será coordinar un plan de movilidad claro: franjas de llegada y salida, refuerzos de líneas, señalización de itinerarios peatonales y uso intensivo de aparcamientos disuasorios. Con 1.300 plazas en el complejo, el coche privado no puede ser la única solución. Las ciudades que han logrado integrar grandes arenas han apostado por el transporte público como columna vertebral.

En sostenibilidad, la tendencia manda: iluminación LED de bajo consumo, sistemas de climatización eficientes, control inteligente de flujos de aire y, cuando es posible, captación y reutilización de agua para usos no potables. Un recinto con esta ambición no puede ignorar la factura energética ni las exigencias ambientales de las grandes giras, que cada vez piden certificaciones y datos de huella de carbono. El paquete de medidas de eficiencia será decisivo para contener costes operativos y atraer eventos internacionales que auditan estos parámetros.

El capítulo de hospitalidad es otro frente clave. Palcos, butacas de club, bares temáticos y experiencias gastronómicas complementan la venta de entradas estándar y ofrecen ingresos recurrentes. En el sector, estos espacios financian parte del coste fijo del edificio y fidelizan a empresas locales que usan el arena como herramienta de relación con clientes. Valencia, con un tejido de pymes y grandes compañías en crecimiento, tiene margen para activar este canal.

En el corto plazo, el traslado del Valencia Basket exigirá ajustes. Los abonados pasarán de un pabellón histórico a un entorno distinto, con nuevas puertas, rutas internas y servicios digitales. La experiencia de día de partido irá más allá del marcador: conexión móvil robusta, señalización clara, accesibilidad universal y atención a familias. Si el club y el operador afinan esos detalles, el salto en comodidad y fidelización puede ser notable.

El precio de las entradas y la política de eventos marcarán el pulso social del proyecto. Un recinto de este tamaño necesita equilibrio: conciertos de alto impacto que llenen rápido, espectáculos familiares que atraigan público local, y citas deportivas que mantengan la caja funcionando semana tras semana. Una agenda bien escalonada evita semanas en blanco y picos de saturación, y reparte el impacto en el vecindario.

El vecindario, de hecho, será termómetro y aliado. La prueba de agosto con 10.000 personas sirvió para escuchar quejas y detectar mejoras: tiempos en accesos, señalética, colas de restauración y retorno a casa. Ajustar esos engranajes en fase de pruebas ahorra disgustos cuando el aforo sube a 18.000. La experiencia de recintos similares en Europa muestra que la convivencia mejora cuando hay previsión, comunicación y vigilancia activa de ruidos y limpieza.

En términos de gobernanza, la concesión a 50 años y la reversión al municipio ofrecen una vía clara: inversión privada para levantar el activo, explotación profesional durante décadas y, después, patrimonio público. Este modelo, habitual en infraestructuras culturales y deportivas, exige transparencia en la gestión y métricas públicas sobre empleo, impacto económico y niveles de uso. Un panel de datos abierto —asistencia, ocupación, eventos— ayudaría a medir si la promesa del millón de visitantes se cumple y cómo se reparte ese flujo en la ciudad.

La agenda internacional ya mira a 2028 con el Europeo de balonmano, pero el verdadero examen llega antes: el primer otoño-invierno. Ahí se sabrá si el recinto engancha grandes giras que cruzan Europa, si el calendario deportivo llena noches laborables y si la ciudad integra el arena en su rutina sin colapsos. Valencia tiene un nuevo escenario. Ahora toca llenarlo de contenido a la altura de su tamaño.

Qué pasará desde la apertura: calendario, retos y oportunidades

Qué pasará desde la apertura: calendario, retos y oportunidades

Septiembre de 2025 será el punto de partida. Las primeras semanas suelen reservarse a eventos inaugurales que muestren todas las capacidades técnicas: un partido de alto perfil, un gran concierto y un espectáculo familiar. Funciona como carta de presentación para promotores, televisiones y patrocinadores. A partir de ahí, la curva de uso debería crecer hasta el pico navideño, donde los shows para todos los públicos llenan calendario.

El Valencia Basket empezará su nueva etapa en casa con la ACB, con la incógnita de qué competición europea disputará. Cada partido es un ensayo en vivo del modelo operativo: accesos segmentados, atención en asientos, venta ágil en barras y limpieza entre eventos cuando hay doblete en el mismo fin de semana. El aprendizaje de los tres primeros meses es clave para afinar procesos y plantillas.

La captación de giras internacionales dependerá de tres cosas: disponibilidad de fechas, costes de operación y facilidad logística. Un buen calendario ofrece bloques libres para montaje y desmontaje; unos costes ajustados hacen viable elegir Valencia frente a otras ciudades; y una buena logística —muelles de carga, backstage amplio, accesos de camiones— ahorra tiempo y dinero a los promotores. La propuesta de valor del recinto se juega ahí.

El empleo es otra derivada directa. Entre personal de operación, seguridad, mantenimiento, limpieza, restauración y técnica, un arena en régimen de alta actividad moviliza cientos de contratos estables y temporales. Si se suma el empleo indirecto en proveedores locales, la cifra crece. La coordinación con centros de formación de la zona —para oficios técnicos de sonido, iluminación y producción— puede convertir el proyecto en una cantera de talento.

En paralelo, la ciudad deberá sincronizar transporte y señalización para noches con máxima afluencia. Refuerzos de metro y bus, información en tiempo real y rutas peatonales bien iluminadas reducen la presión en los accesos. La experiencia demuestra que un buen plan de salida —con personal guiando, puntos de encuentro y franjas escalonadas— evita cuellos de botella y mejora la percepción global del evento.

La última pieza es el relato de marca. Valencia gana un espacio que puede asociarse a grandes noches deportivas y conciertos de primer nivel. Si el recinto mantiene estándares altos de servicio, sonido y visibilidad desde todas las butacas, la recomendación boca a boca hará el resto. El millón de visitas no es solo una cifra: es la suma de miles de decisiones individuales de espectadores, artistas y promotores que, fecha tras fecha, eligen volver.